Como la de tantas otras ciudades, la historia de la fundación de Pontevedra tienen componentes mitológicos, siendo atribuida al guerrero griego Teucro, quien fundaría un asentamiento denominado Helenes. Las primeras evidencias arqueológicas pertenecen a la Edad del Bronce, y hablan de pobladores cuya principal actividad económica sería el marisqueo. La cultura castreña deja también restos en el solar de la actual Pontevedra, con un conjunto arqueológico en el lugar ocupado por las iglesias de Santa María y San Francisco. La romanización también afectó al primitivo núcleo poblador, denominado Ad Duas Pontes, que comenzó a crecer gracias a la construcción de un puente sobre el río Lérez.
En el siglo VII, la población y su comarca es cristianizada por San Fructuoso, gracias a la fundación de monasterios como los de Armenteira y Meis. No obstante, no se tendrán mayores noticias de la localidad hasta el siglo XII, en que el nombre de Pontus Veteri será citado en varios documentos, que hablan de la construcción de un nuevo puente sobre el primitivo romano.
Es en esta etapa cuando comienza un cierto auge de la población: recibe privilegios por parte de Fernando II y otros monarcas -como el alusivo a la fabricación de grasa de saín y el de curar pescado (1229), la feria franca de San Bartolomé (1467) y el de ser puerto de carga y descarga de Galicia (1452)-, se beneficia de su puerto y su comercio, y de sus astilleros saldrán los buques que, al mando de Paio Gómez Chariño, conquisten Sevilla.
Los siglos XV y XVI son para Pontevedra su etapa de mayor desarrollo, gracias al importante papel en el comercio internacional que su puerto le permite. Esto permite un crecimiento en el número de sus habitantes, que demandan mayores cantidades de alimentos: la pesca, fundamentalmente de sardina, y las industrias de secado y salazón contribuyen a lanzar la economía pontevedresa. A este periodo corresponde también la erección de un monumento acorde a la pujanza de la localidad: la basílica de Santa María, costeada por el poderoso gremio de los mareantes.
Sin embargo, el siglo XVII supone el inicio de una larga etapa de decadencia. Las frecuentes guerras en que se ve envuelta España, así como la inestabilidad política y la decadencia del papel español en el conjunto de las naciones europeas afectan, como no podía ser de otra manera, a Pontevedra. Las guerras de Sucesión e Independencia, además de los conflictos con portugueses y británicos, la perjudican especialmente, dada su posición geográfica, abierta al Atlántico y a ambos países.
Por si fuera poco, la sedimentación del río Lérez obliga a cerrar el puerto a los buques de gran calado, por lo que pierde importancia su papel comercial y pesquero, circunstancia esta última agudizada por el agotamiento de los caladeros. Una consecuencia más: la población acaba por reducirse a la mitad. Con todo, la citada Guerra de Independencia dará lugar a uno de los episodios más notables en la historia de Pontevedra, cuando la población rechaza a las tropas del general francés Ney en su intento por ocuparla, como al resto del país.
Las reformas administrativas del siglo XIX convierten a Pontevedra en capital de provincia, configurando su carácter de población administrativa y comercial, cabecera de una comarca circundante. Aunque no demasiado notable, el paulatino incremento de población y los nuevos aires urbanos provocan el derribo de la vieja muralla y la construcción de edificios públicos más acordes con los nuevos tiempos.
En el siglo XX, Pontevedra conocerá dos acontecimientos principales. A principios de la centuria, en un ambiente de efervescencia cultural y política, surgirá allí el Partido Galeguista, con las figuras de Castelao y Alexandre Bóveda. El segundo acontecimiento será la Guerra Civil, que en Pontevedra deja, como en tantas otras localidades, un triste reguero de violencia y destrucción. Las dos primeras décadas de la dictadura del general Franco serán un periodo de dificultades económicas para la mayoría de la población.
En la década de 1960 se inicia un periodo de crecimiento económico que empieza a manifestarse con mayor claridad coincidiendo con la muerte del dictador y los primeros años de la transición. El auge de la construcción será uno de los principales motores de la economía de la ciudad, incluso a día de hoy.
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El casco histórico de la ciudad, declarado Conjunto Histórico-Artístico en 1951, es uno de los mejor conservados de España. En su interior se encuentran unas bellísimas calles asoportaladas que conducen a un sinfín de plazas de gran encanto. Un descansado paseo por el casco antiguo de Pontevedra nos permitirá contemplar las ruinas del antiguo Convento de Santo Domingo, el mejor exponente del gótico de Galicia y hoy parte del Museo Provincial. Del convento sólo se mantiene en pie parte de su esqueleto externo, la cabecera del antiguo templo, que acoge algunas piezas arqueológicas y una gran cantidad de blasones. Muy cerca se encuentra la Basílica de Santa María la Mayor, también Monumento Nacional, en la cual destaca la portada plateresca de excelente talla mandada construir por el antiguo Gremio de Mareantes en el siglo XV, y en una de sus portadas se encuentra en el exterior del templo, el Cristo del Buen Viaje, al que los marineros se encomendaban antes de partir mar adentro.
Este poblado, situado a 341 metros de altura, llegó a acoger a unas 5 000 personas durante su época de mayor esplendor, allá por el siglo I a. C., y era uno de los más grandes del noroeste peninsular. Está formado por viviendas ovaladas en su mayor parte, pero también las hay rectangulares, con esquinas redondeadas, por influencia de los romanos. Aunque os parezca un poblado caótico, hay un orden lógico alrededor de “unidades familiares”, que os podríais animar a descubrir, así como los petróglifos que se encuentran fuera y dentro del recinto. Sus moradores tenían una economía autónoma y también elaboraban cerámicas, joyas, tejidos e instrumentos a los que podréis poner forma en el museo arqueológico situado en el pueblo.
La plaza de a Leña, la de menor tamaño de las del centro histórico, es uno de los emplazamientos más pintorescos, visitados y fotografiados de Pontevedra, repetida hasta la saciedad en representaciones de la ciudad, postales, guías de viaje... Como muchas de las plazas de la villa que reciben su nombre de la actividad que en ellas se desarrollaba, aquí se vendía la madera y las piñas tan necesarias para alimentar los hornos y las antiguas calefacciones antes de la llegada del gas o de la electricidad. En la actualidad dedica su actividad a la hostelería, con multitud de bares y restaurantes con placenteras terrazas donde maridar gastronomía y paisaje.
Sobre una capilla románica del s. XII, D. Lope Sánchez de Ulloa construyó la iglesia de Santa Mariña Dozo, que fue restaurada y ampliada por su hija Dña. María de Ulloa a finales del s. XV. De estilo gótico marinero, presenta también trazos renacentistas. Consta de una sola nave dividida por cuatro arcos transversales románicos, cinco capillas laterales, sacristía y capilla mayor. En su interior destaca la decoración con bollos sobre los arcos y capillas. En uno de estos arcos está representado uno de los siete pecados capitales, “la pereza”. En las capillas sobresalen las iconografías en relieve con escenas bíblicas, tales como la Visitación, Cristo y los Apóstoles, la expulsión del paraíso o los pecados capitales.
Se encuentra al final del barrio del Arrabal, más allá de las casas que se encuentran en el núcleo de Oia. La ermita original estaba dedicada a San Antonio. La ermita solamente se utiliza en el día de San Sebastián. Se reedifica en torno a 1770 y en esa fecha será cuando se traslade la imagen de San Sebastián de la antigua ermita situada en el lugar de A Portela. Su última restauración es del año 1993. La devoción a San Sebastián va asociada a las epidemias de los s. XV al XVIII